Las empresas que trasladen su sistema ERP a la nube tendrán que tener en cuenta la cuestión de la soberanía a la hora de planificar su estrategia de adopción de la nube.
Hay que hacer preguntas al proveedor de la nube:
¿Dónde se almacenan nuestros datos?
¿Están seguros los datos?
¿Se encriptan los datos cuando se almacenan?
Cuando se transfieren datos entre sistemas, ¿están cifrados?
¿Qué normas se utilizan para garantizar la seguridad e integridad de los datos, y son auditadas por terceros?
También hay preguntas que las empresas tendrán que hacerse a sí mismas.
En cuanto a los datos relativos a los proveedores, ¿pueden compartirse sin violar ninguna cuestión jurisdiccional?
¿Cómo deben gestionarse los datos de los clientes internacionales y sus transacciones en función de la normativa sobre soberanía y protección de datos de sus países?
Esto probablemente obligará a las empresas a empezar a clasificar los datos que se alojan en la nube para poder mitigar el impacto de la normativa sobre soberanía de datos. La clasificación no se referirá únicamente a los datos activos, sino también a las copias de seguridad, sobre todo si éstas se almacenan en otros centros de datos. También habrá que tener en cuenta los datos archivados, es decir, los que se eliminan o dejan de utilizarse pero siguen estando disponibles.
Las cuestiones no son todas negativas. Según Capgemini, casi la mitad de los encuestados creen que un servicio en la nube de confianza les permitirá aprovechar las nuevas tecnologías, como el Internet industrial de las cosas y la inteligencia artificial. Una plataforma en la nube también puede proporcionar un ecosistema seguro para colaborar y compartir datos con socios de confianza.
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